- «He vivido mi vida al máximo de mis habilidades, pero no he logrado escapar del destino, la ira o el dolor.»
- ―Ezio Auditore[fte.]
Nacido y criado como noble de la República Florentina en su etapa más próspera, Ezio no llegó a saber de su herencia correspondiente a los Asesinos hasta que, con 17 años, presenció la ejecución con cargos falsos de su padre, y dos de sus hermanos, refugiándose en la villa toscana de Monteriggioni con su tío, y tras esto dedicándose a cazar a los Templarios resurgidos de la época en un viaje que lo llevaría por toda Italia y lo haría vivir los momentos más duros del Renacimiento, incluyendo la Conspiración de los Pazzi y la Hoguera de las Vanidades.
En 1500, tras la muerte de su tío a manos del Capitán General del Ejército Pontificio César Borgia, Ezio se resguardó en Roma con la misión de liberar la ciudad santa de la estirpe del Papa Alejandro VI, hasta lograr acabar con la familia para el año 1507, llegando a ser entonces el miembro de más alta jerarquía de la orden a nivel mundial. También, como actos de notable referencia, ayudó en la preparación de los viajes de Cristóbal Colón, salvó a Nicolás Copérnico de la conspiración papal en su contra, impidió que el Culto de Hermes de Ercole Massimo adquiriera poder en Roma, y esparció los ideales de libertad e independencia por la Europa renacentista.
En los años posteriores, Ezio dio inicio a un viaje para descubrir los documentos de la historia perdida de su orden, viajando a la antigua fortaleza de Masyaf, tras eso aventurándose al Imperio Otomano y a la ciudad de Constantinopla, emprendiendo la búsqueda de los Sellos de Altair.
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BiografíaEditar sección
Vida tempranaEditar sección
- «…es competitivo, necio y de duras palabras, pero es tan apasionado que es muy difícil culparlo por algo…»
- ―María Auditore da Firenze, hablando de su hijo en su diario[fte.]
Destinado a servir a su familia pero al mismo tiempo a involucrarse en la orden a la que su linaje formaba parte, Ezio fue instruido en los negocios bancarios por el célebre tutor y banquero Giovanni Tornabuoni, aunque sus estudios cesaron repentinamente en algún momento del año 1476, ya que—habiendo cumplido diecisiete años—se le relacionó con un crimen famoso, además de que su actitud mujeriega le provocó una infamia entre los círculos de la nobleza florentina.[1]
En algún momento de ese mismo año, Ezio y su hermano Federico se reunieron en un mercado para observar a las jóvenes que iban a comprar frutas y a pasear. En medio de su conversación, Federico señaló a la joven Cristina Vespucci, a quien Ezio encontró muy atractiva pero no sabía como aproximársele. Federico le aconsejó que se arriesgara a hablar con la muchacha, señalando que la mayoría de los hombres temían acercársele a una mujer atractiva, pero que quien realmente lo hiciese tenía ventaja sobre los demás. Ezio siguió el consejo de su hermano y habló con Vespucci, a quien no supo dirigirse y simplemente le preguntó su nombre. La joven hizo ademanes de indiferencia y se alejó; no obstante, Federico le aconsejó a su hermano que no perdiera la esperanza, pues ella posiblemente lo recordaría. Ezio estuvo de acuerdo con su hermano y optó por seguir a Vespucci hasta su casa.[5][3]
Cuando llegó a la casa de la joven, Ezio se fijó en que el noble Vieri de' Pazzi había acosado sexualmente a la muchacha y pretendía violarla, aunque el Auditore intervino cortésmente y le pidió que la dejara en paz. Vieri de' Pazzi respondió de manera altanera y comenzó una pelea con Ezio, la cual finalmente ganó el Auditore. Vieri de' Pazzi se marchó indignado y lanzó palabras injuriosas a su vencedor, dejando en paz a Ezio y a Vespucci. Allí, una vez más, ambos jóvenes entablaron conversación y quedaron en noviazgo a causa de los eventos.[5][3]
Campañas Templarias en Toscana (1476)Editar sección
- «Mis queridos hijos, los cielos oscuros se ciernen sobre Florencia y el tiempo se agota. El enemigo está más cerca de lo que pensé; ahora, la última lucha estará por librarse. Todo hombre es mortal y toda vida tiene un fin, pero ciertas cosas jamás cambiarán. Federico y Ezio, hijos míos, siempre recuerden: nosotros somos los Auditore da Firenze y somos Asesinos…»
- ―Giovanni Auditore dirigiéndose a sus hijos, posiblemente en una carta[fte.]
El resultado de la muerte de Galeazzo Sforza significó un golpe duro para Toscana, y Florencia se debilitó considerablemente, a pesar de que Lorenzo y su gobierno lograron mantener estables durante mucho tiempo las relaciones con el Estado pontificio.[4]
Cuando Giovanni Auditore regresó a su casa, Ezio y Federico estaban jugando ajedrez, aunque el hermano mayor terminó por vencer. En ese momento, Ezio vio como su padre le hablaba sobre la importancia de escoger sabiamente los movimientos, refiriéndose a que no era prudente esperar a que el enemigo actuara, sino que lo propicio era anticiparse a su jugada. La familia recibió al padre con mucha calidez, pues habían ansiado su llegada.[4]
Posteriormente, Giovanni emprendió misiones para Lorenzo a la Serenísima República de Venecia y a Roma, buscando a los conspiradores del papa, eventualmente encontrando a Borgia en la Basílica de San Pedro y enfrentándolo en un combate en que casi sale herido de muerte, y descubriendo la participación de la familia Pazzi en una conspiración contra Lorenzo en persona. Aunque Ezio expresó deseos de ayudarlo en estas misiones, pues sospechaba del motivo de su padre, Giovanni se negó, prefiriendo ocultar de su hijo la existencia de los Asesinos por un tiempo más.[4]
La Conspiración de los PazziEditar sección
Rivalidad con el miembro más joven
- «¡Amigos míos! ¿Saben qué es lo que nos reune aquí hoy? El honor. Vieri de' Pazzi injuria el nombre de mi familia y nos juzga en base a sus propias miserias.»
- ―Ezio Auditore a sus amigos poco antes de enfrentar a Vieri de' Pazzi[fte.]
La rivalidad entre Ezio y Vieri se acrecentó, y un día, ambos nobles se confrontaron seguidos de bandas de hombres en busca de pelea en el Ponte Vecchio. Allí, Ezio dio un discurso a sus camaradas sobre las señalaciones vitupéricas de su rival Vieri, aunque no tardó en ser interrumpido por el joven, que igualmente iba acompañado de una escolta. Ezio se burló de Vieri opinando que los Pazzi contrataban a otros para que hicieran su trabajo sucio pero que nunca se involucraban directamente. Vieri respondió con igual altanería, aunque Ezio tergiversó sus palabras para formar un chiste sexual sobre su hermana. Con esto se dio inicio a una prolongada confrontación callejera en la que Ezio fue herido en la boca con una piedra, la cual le marcó una honda cicatriz que llevaría toda su vida.[1]
A la lucha no tardó en sumársele Federico, quien ayudó a Ezio con los pocos hombres de los Pazzi que quedaban, y tras lo cual Vieri y sus seguidores restantes huyeron. Federico expresó que la herida de Ezio podía ser grave, por lo que sugirió llevarlo a un doctor para que fuese atendido. Ezio dijo que no cargaba dinero para pagarlo—afirmación que su hermano ligó a desperdiciarlo en cortesanas y vino—con lo que ambos Auditore optaron por hurgar en los bolsillos de sus enemigos caídos en busca de florines.[1]
Después de conseguir el dinero suficiente, ambos nobles fueron a casa del médico Ceresa, quien atendió a Ezio y le dijo que tendría que verlo por unos días más. Tras esto, Federico le sugirió a su hermano que hicieran una carrera hacia el techo de la iglesia Santa Trinita. Ezio ganó esta competencia, y tras eso ambos hermanos conversaron sobre sus vidas, las cuales consideraban grandiosas. Cuando Federico opinó que ambos deberían regresar a su hogar, pensando que su padre posiblemente estaría preocupado, Ezio pensó en visitar a Cristina Vespucci.[1]
Evadiendo a los matones de los Pazzi para llegar a casa de Cristina, Ezio pasó la noche con la joven, aunque tuvo que huir de su padre cuando éste los descubrió a ambos. Una vez que llegó a su casa, Giovanni lo reprimió por su comportamiento, pues tanto la riña contra Vieri de' Pazzi como la incursión a casa de Cristina Vespucci habían llegado a sus oídos, aunque terminó por simpatizar con su hijo, expresando que también había sido así en su juventud.[1]
Ejecución de los Auditore
Servicio familiar
- Giovanni: «¿Podré suponer que estas desventuras no interferirán con tu trabajo de hoy?»
- Ezio: «No, padre. Avete la mia parola (Tienes mi palabra).»
- — Giovanni Auditore y su hijo, Ezio
Giovanni eventualmente le encomendó a su hijo la tarea de llevar una carta a Lorenzo de Médicis; en este documento, el Asesino exponía todos sus hallazgos en torno a la investigación del derrocamiento de Galeazzo Sforza, así como sus sospechas en cuanto a los nobles de Florencia, en especial los Pazzi.[1]
Giovanni Auditore había estado reuniéndose con el confaloniero de justicia Uberto Alberti, a quien había llamado a causa de sus inquietudes respectivas a la posibilidad de un golpe de Estado dentro de la república. Ezio escuchó parte de su conversación, en la que distinguió a Alberti intentando convencer a su padre de que la amenaza había sido erradicada con el aprisionamiento de Francesco de' Pazzi. Ezio le dijo a Giovanni que la familia Médicis había viajado a Villa Careggi, noticia que también fue recibida con cierta sorpresa por el noble. Después de saludar al confaloniero, Ezio fue relevado de su deber con Giovanni, aunque éste le pidió que atendiera a su madre y hermanos, alegando que podían requerir su asistencia para sus diversas tareas.[1]
Después de salir, Ezio encontró a su hermana Claudia llorando en una banca en el patio de la residencia. Claudia le dijo que su prometido, Duccio Lucca, posiblemente le estaba siendo infiel, sospechando a razón de escrupulosos chismes de sus amigas. Ezio tranquilizó a su hermana, prefiriendo que se alejase de sus compañías, y aclarando que iría a buscar a Lucca.[1]
Eventualmente, Ezio dio con el joven muy cerca de la Basílica de Santa María del Fiore, observando cómo era acompañado de otra mujer, y además hacía constantes referencias y ademanes sexuales. Ezio se refirió a Lucca con desdén y lo golpeó en la nariz cuando él intentó saludarlo. Seguidamente, empezó una pelea que terminó ganando Ezio, con la que Lucca dio promesas de que se comportaría tras lo sucedido, aunque Ezio aclaró que no quería que volviera a acercarse a Claudia.[1]
Tras regresar a su residencia, Ezio encontró a Petruccio, quien le pidió que buscara plumas de águila que habían caído en diversas casas aledañas. Ezio le dijo a su hermano que debía regresar a la cama o se metería en problemas por lo tarde de la hora, aunque Petruccio insistió, y Ezio aceptó buscar las plumas. El niño se negó a revelarle el uso de las plumas a su hermano, aunque Ezio sospechaba fuertemente que serían un regalo para su madre.[1][5]
Ezio no tardó en conseguir a María Auditore en el mismo patio, quien también hizo comentarios alegóricos a la pelea de Ezio con Vieri de' Pazzi y de su escapada con Cristina Vespucci. María le pidió a su hijo que la acompañara hasta la vivienda de Leonardo da Vinci, estudiante del apadrinado patrón de las artes Andrea del Verrocchio, y a quien la familia Auditore había encargado varias pinturas para decorar estancias.[1]
Mientras caminaban, María mencionó la confrontación entre Vieri y Ezio, señalando que la familia Pazzi pasaba por momentos difíciles debido al encarcelamiento de Francesco, también dejando claro que nunca había sospechado que él fuese capaz de llevar a cabo un asesinato. Ezio le preguntó a su madre qué ocurriría con el noble, a lo que ella respondió que probablemente se haría un juicio y que Giovanni tendría que hablar en estado de acusación, pues era él quien tenía evidencia de su participación en las conspiraciones. Ezio expresó descontento con esta solución, y tras eso ambos llegaron a la Bodega de bodega de Da Vinci.[1]
Después de tocar, el estudiante de artes les dijo que aguardaran un momento, durante el cual María le recomendó a Ezio que buscase una tarea productiva a la cual dedicarse además de a las mujeres. Ezio pasó por alto el comentario, y a continuación acompañaron a Da Vinci al Palazzo Auditore. El joven pintor habló durante el trayecto, contando sobre sus deseos de contribuir al mundo más allá del arte, dejando claro que no estaba satisfecho con capturar los ideales del hombre.[1]
Una vez en la residencia, María despidió a Ezio de sus deberes, diciéndole que debería volver con su padre.
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